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1.500 días después, ésta es la trágica carta de Cassidy y su calvario que comenzó a los 13 años

autor Enzo Argüelles
tiempo de lectura 6 min
Publicado: 1 may 2021

Ocurrió en 2017 y hoy, 1.500 días después, merece un recuerdo para que no caiga en el olvido. Para que su tragedia sirva de lección a los que tienen su edad y sobrados de juventud caminan faltos de cabeza. A los padres, que necesitamos que eduquen personas decididas a luchar por el respeto y la tolerancia. A los profesores, que nunca deben cerrar los ojos. Y a una sociedad que desde las mismísimas instituciones parece empeñada en enterrarse en el estiércol del insulto y el desprecio al otro, cuando es justo lo que menos falta nos hace.

Una historia con todos los ingredientes de la maldad.

Engañada por dos compañeras a las que consideraba sus amigas, fue llevada por ellas a una casa en la que varios compañeros de instituto la violaron. Después, y sin darle un respiro, la sometieron a una espiral de sufrimiento que ni siquiera huyendo del instituto consiguió frenar.

Los que podía haber considerado sus amigos, y desde luego sus conocidos, la martirizaron con un constante acoso y persecución, hasta hacerle la vida insoportable.
La ciudad de Cassidy Trevan, Melbourne, lloró aquellos por el suicidio de una niña de 15 años que no pudo librarse de la tortura que en directo y por redes sociales le infligían sin descanso sus teóricamente amigos o compañeros, desde que tenía 13 años.

Y eso que su familia puso todos los medios que tenía a su alcance para ponerla a salvo de esa persecución.

Su madre la cambió de instituto con la esperanza de que la dejasen en paz. Pero no fue solución. Y como último recurso su familia hizo lo último que le quedaba: cambiaron de vida y hasta de casa, con lo duro, difícil y complicado que resulta eso para cualquier familia.

Pero ni así consiguieron que la dejasen en paz.

Cassidy se había convertido en el objetivo de la sádica diversión de sus compañeros, y no estaban dispuestos a dejar de reírse ni a tener un ápice de compasión, por más que ella y todos los suyos luchasen por alejarse de sus vidas.

La habían violado salvajemente, y no contentos con eso se habían dedicado a contarlo a su manera de todas las formas posibles, que hoy, y para los jóvenes, son muchas. El boca a boca se amplificaba por los móviles. Cassidy era sometida a insultos en su cara y veía como la historia y las humillaciones hacia ella corrían como la pólvora y llegaban a todos los que la conocían.

Era algo insoportable. Nadie creía la historia real de la violación y todos la culpaban a ella llamándola puta de día y de noche. Ni siquiera el instituto, conocedor de la situación, tomó cartas en el asunto.

Y Facebook se convertía en el patíbulo en el que una niña de 13 años era masacrada día y noche por aquellos que debían ser sus compañeros de juegos y diversiones, en vez de sus verdugos.

Cassidy se quitó la vida. Y su madre, con el nombre de su hija tatuado en el pecho al lado de su corazón, decidió en su momento, todavía hundida en lágrimas y dolor, utilizar las mismas redes para enseñar en fotos quién y cómo era su niña.

Las imágenes que todavía hoy, más de 1.500 días después, podemos ver en Facebook, rompen el alma. Ahí está Cassidy indefensa, con su cara inocente y tierna. Más niña que nunca. Triste e impotente.

Pero también sonriente. Porque ella sabía reír y disfrutar de la vida hasta que unos salvajes decidieron borrar la sonrisa de su rostro para llenar su vergüenza de risotadas salvajes, inhumanas y sin piedad.

Fueron sus propios compañeros los que le quitaron las ganas de volver a reír y, lo peor de todo, de vivir.

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Hoy ha pasado mucho tiempo. Pero no queremos olvidar. Queremos que su recuerdo llegue al presente en forma de ejemplo y nos sirva a todos para reflexionar un momento y animarnos a ser humanos. Completamente humanos, con todas las maravillas que eso significa.

Y la mejor manera es conocer la historia en primera persona. Tal y como Cassidy la contó con su puño y letra. Tal y como su madre quiso que se conociese para ayudar a alguien que esté pasando por lo mismo que ella pasó.

Es la carta de una niña de 13 años que va directa al corazón y que debería llegar a muchas cabezas. A todas las cabezas.

“Fui estudiante en el instituto (nombre omitido) y fui violada por algunos alumnos que aún continúan acudiendo al centro. Sé que probablemente esto suene a que quiero llamar la atención, pero no es así. Tengo muchos motivos para escribir esto y los explicaré a continuación.

Mi objetivo es alertar a otras personas (sobre todo a estudiantes, pero también a los padres) sobre lo que ocurre, porque estoy preocupada. Si ellos pudieron hacerme algo así a mí, podrán hacérselo a otros niños. Vosotros tenéis el poder para parar esto. Recordad que las personas que me hicieron esto eran estudiantes de este instituto. Es difícil de creer, lo sé. Pero es la verdad.

No hago esto para vengarme de los alumnos que me violaron, ni de los que organizaron la violación, ni de los que me acosaron por ello o se burlaron de mí por haber sido violada.
Tampoco lo hago para llamar la atención como dije antes, eso quiero dejarlo claro.

Hago esto por los más de 1.500 alumnos de entre 7 y 12 años que acuden a esta escuela y necesitan que les advierta. A mí me pasó esto y el personal del colegio no hizo nada para ayudarme. Ahora es mi deber advertiros a todos y contaros lo que ocurrió.

También hago esto por mí. Después de un año y medio quiero que me dejen en paz.

Es sorprendente cómo tantos alumnos de este instituto han escuchado historias de mí, historias que aun a día de hoy se siguen difundiendo. Todavía me siguen llegando a Facebook mensajes de alumnos que me llaman puta. Me he cambiado de colegio, me he cambiado de casa y todavía siguen contactando conmigo para acosarme.

No puedo hacer que la gente deje de extender rumores, pero al menos puedo intentar contar lo que de verdad ocurrió. Como dije, mi carta va dirigida en especial a aquellos alumnos que aún desconocen mi historia y pueden estar en peligro de sufrir una situación como la mía.

Mi nombre es Cassidy Trevan y fui violada.

Y quiero decir también que si alguna vez alguien trata de violarte, ¡vale la pena luchar! ¡Lucha! Si no lo haces, te arrepentirás el resto de tu vida como lo hice yo. ¡Puedes hacerlo! Ten cuidado. Mantente alerta. Ponte a salvo”.

Y así acaba.

Es una carta dirigida al mundo. Porque los salvajes no están sólo en Melbourne. Y las víctimas potenciales están en cada colegio, de cada ciudad, de cada país. Una carta fundamental para que los padres conozcan la jungla en la que a veces se mueven sus hijos, y estén atentos por si vuelven a casa con las dentelladas del acoso y la humillación. Porque algo hay que hacer.

Por eso hoy queremos que vuelva a hacerse presente el nombre y la historia de Cassidy Trevan.

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