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Aguas y refrescos: ¿Cómo y cuánto debemos beber?

autor Enzo Argüelles
tiempo de lectura 6 min
Actualizado: 11 sept 2017Publicado: 10 sept 2017

Conocer lo que bebemos es tan importante como conocer las propiedades de los alimentos que ingerimos. Vivimos rodeados de numerosas bebidas de todo tipo, desde un saludable zumo natural o vaso de agua hasta los refrescos, que pueden ser azucarados o no. Por ello, es importante repasar las diferentes opciones para saber cuál se adecúa mejor a tus necesidades y a las de los que te rodean.

Aguas minerales

“Dos litros de agua al día”. Es una de esas frases que hemos oído mil veces pero que, en ocasiones, por el ajetreado ritmo del día a día, no cumplimos con toda la precisión que debiéramos. Dos tercios de nuestro cuerpo están formados por agua, y por ello es importante ir recuperando la cantidad de ésta que perdemos a lo largo del día. Pero, ¿es más beneficiosa el agua mineral que el agua del grifo?

En España contamos con agua del grifo de buena calidad, pero hay ciertas zonas en las que ésta puede llegar a ser más dura o tener un cierto sabor desagradable. Por ello muchas personas prefieren beber agua envasada o agua mineral. Hay que tener en cuenta que ambos conceptos no son lo mismo, porque uno engloba al otro. Es decir, hay tres tipos principales de aguas envasadas: el agua mineral natural, el agua de manantial y el agua potable preparada.

Las aguas de manantial son aguas potables de origen subterráneo, mientras que las preparadas son aguas de otra procedencia que han sido sometidas a los tratamientos necesarios para ser aptas para el consumo. Ambos tipos se diferencian del agua mineral en que ésta tiene su origen en un estrato o yacimiento subterráneo que se caracteriza por su contenido en minerales, oligoelementos y otros componentes, además de por su pureza original.

Las sustancias disueltas en el agua mineral no sólo alteran su sabor, sino que le dan un valor añadido. En este sentido, hay que fijarse en la etiqueta para saber el tipo de mineralización y las propiedades del manantial del que proviene, porque, aunque las aguas minerales son de similar calidad, sus características las hacen adecuadas para diferentes usos. Tanto es así, que su consumo puede llegar a aliviar determinadas molestias.

Según la composición, el agua puede dirigirse a otras muchas personas. Por ejemplo, si comparamos distintas aguas, aquellas en las que la cantidad de sodio sea menor, se consideran aptas para dietas pobres en sal. Además, si lo que se busca es agua de mesa, la mejor alternativa es el agua de mineralización débil o muy débil y con contenido bajo de sodio, especialmente si hay niños en casa. Por otro lado, las que tienen un alto contenido en bicarbonato pueden llegar a favorecer la digestión de las grasas.

Beber a menudo agua mineral facilita, además, el trabajo del riñón. Por ello se recomienda también para personas con cálculos renales: para cálculos de ácido úrico, aguas ricas en bicarbonato; para los oxálicos, aguas cálcicas y para cálculos de fosfato amónico, de mineralización muy débil. En cualquier caso, esta decisión debe estar avalada por un profesional sanitario.

Una vez consumida el agua, no se debe rellenar la botella con agua del grifo. Esta cuestión siempre ha tenido cierto aire de leyenda urbana, pero lo cierto es que el plástico con el que está hecha la botella es un material perecedero que puede degradarse con las altas temperaturas, los detergentes o los rayos del sol. De esta forma, existe el riesgo de que sus componentes puedan pasar al líquido y que posteriormente lo ingiramos.

Refrescos

Son de diferentes sabores, propiedades y tamaños y, por ello, es casi imposible que a alguien no le guste algún determinado refresco. Normalmente se les acusa de llevar mucho azúcar, de que las burbujas que algunos contienen causan malestar o de que alguno de sus componentes excita demasiado pero, ¿es realmente cierto o son leyendas urbanas?

La legislación obliga a que para que a estas bebidas se les pueda denominar “refresco” deben contener un contenido alcohólico inferior al 0,5% y agua óptima para el consumo humano. Además, puede llevar uno o varios de estos ingredientes: azúcares, zumos, purés, anhídrico carbónico, disgregados de frutas y vegetales, vitaminas y minerales o aditivos y aromas. Estas características hacen que los refrescos sean una buena alternativa al agua para calmar la sed y como su propio nombre indica, refrescarse.

En el caso de las bebidas con sabor a naranja y a limón, están obligados a mostrar en la etiqueta el porcentaje de zumo que contienen. No obstante, hay algunos que, aunque puedan parecerlo por el sabor, no contienen zumo sino extractos, aromas y colorantes para compensar la falta de fruta, por lo que si queremos buscar la opción más saludable, lo mejor es fijarse en el porcentaje de zumo de la etiqueta.

Los refrescos de cola suelen incluir cafeína y azúcar.Por su parte, los refrescos de cola son para muchas personas un sustitutivo del café debido a su aportación de cafeína y azúcares. En este sentido hay que tener en cuenta que, de todos los tipos de refrescos de cola que hay, aquellos que sean light aportarán vitalidad a través de la cafeína y, los que sean sin cafeína, lo harán con un mayor contenido de azúcares y, por lo tanto, serán más calóricos. Por último, en el caso de los refrescos light y sin cafeína, se consigue su sabor gracias a una mezcla de edulcorantes y aditivos.

Bebidas energéticas

En los últimos años las bebidas energéticas se han puesto de moda. Éstas aportan energía para momentos de decaimiento y son una inyección de adrenalina. Su función es inhibir los neurotransmisores, que son los responsables de provocar el cansancio o la fatiga y, de esta forma aportan una sensación inmediata de bienestar.

No obstante, esto se consigue gracias a un elevado contenido en cafeína, por lo que al igual que no es aconsejable tomarse cinco o seis cafés al día, tampoco lo es consumir bebidas energéticas en exceso. Además, sus efectos varían dependiendo de la cantidad ingerida y del metabolismo de cada persona, pues no todo el mundo lo tolera de la misma forma.

En cuanto a la cafeína, desde 2003 es obligatorio añadir en la etiqueta la cantidad que contiene. Una lata suele incluir en torno al 20% de la cantidad máxima recomendada para un adulto (unos 70 mg por lata), pero este porcentaje se dispara en el caso de los adolescentes, pues esa misma cantidad de cafeína supone un 70% de la cantidad que se recomienda para ellos.

En este sentido, también hay que destacar que estas bebidas de alto contenido en cafeína están desaconsejadas para niños o embarazadas. Por el contrario, hay casos en los que, a pesar de llevar el nombre “bebida energética”, si nos fijamos en su cantidad de cafeína, no es muy diferente a la que puede llevar un refresco de cola.

Es importante hacer un buen uso de estos productos. Una práctica muy habitual entre muchos jóvenes de un tiempo a esta parte es la de mezclar bebidas alcohólicas con bebidas energéticas. Se trata de una práctica imprudente, ya que el alcohol es un neurodepresor y las bebidas energéticas son neuroestimulantes, por lo que consiguen camuflar el efecto del alcohol y producen una falsa sensación de control en las personas que lo toman, llegando a estar, sin ser conscientes, más ebrias de lo que parece.

Otros componentes que pueden incluir las bebidas energéticas son taurina, glucuronolactona, azúcar y guaraná. La taurina es un aminoácido presente en alimentos como la carne o el marisco, cuyo objetivo es mejorar el rendimiento y favorecer el efecto de la cafeína. Cuando aparece en estas bebidas se hace siempre de forma segura, al igual que la glucuronolactona, que ayuda al organismo a eliminar sustancias tóxicas. El uso de la guaraná en estas bebidas está menos generalizado, y tiene efectos estimulantes como la cafeína. Respecto al azúcar, excepto a las bebidas light, se le añade una cantidad en torno al 10%, por lo que supone un aporte energético extra aunque, en consecuencia, también añade calorías vacías.

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