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Emiratos Árabes prueba drones para lanzar cargas eléctricas a las nubes y hacer que llueva

autor Héctor Díaz Alejo
tiempo de lectura 4 min
Publicado: 16 jun 2021

Estamos hablando de una parte de un gran proyecto de los Emiratos Árabes Unidos, en colaboración con universidades del Reino Unido, para asegurar el abastecimiento de agua en un país donde únicamente llueven 100mm de agua al año.

Para poner en contexto, el municipio murciano de Puerto de Lumbreras, que es el más seco de España, recibe más de 4 veces eso: Concretamente 429mm de lluvia al año.

El país del Golfo Pérsico tiene una población cada vez mayor que necesita agua potable. Además, millones de personas visitan ciudades como Dubái o Abu Dhabi por negocios o turismo. El agua dulce también es fundamental para cultivos, limpieza, jardines, generación de energía…

Gran parte del agua que utilizan viene de acuíferos, pero su sobreexplotación está provocando una preocupante bajada del nivel freático.

La desalación tampoco es una solución perfecta. Desalar agua del mar es caro, requiere mucha energía, genera residuos y deja niveles de metales en el agua “potable” que pueden ser tóxicos para la salud humana.

Cómo atacar a las nubes

Como consecuencia, Emiratos Árabes es uno de los países con mayor estrés de agua en todo el mundo. Y la solución ideal sería que lloviera más.

La idea de utilizar drones ya ha sido probada a pequeña escala por investigadores de la Universidad de Bath y la Universidad de Reading, en Inglaterra.

El estudio se publicó en enero de 2021 en la revista Journal of Atmospheric and Oceanic Technology.

Estos drones tienen una doble finalidad:

– En primer lugar, llevan acoplados sensores para detectar qué nubes son más proclives para crear lluvia, y detectan los lugares adecuados para impactar en cada nube.

– La segunda función es el envío de cargas eléctricas.

Al hacerlo, las gotas de agua se cargan eléctricamente y aumentan las probabilidades de que se unan entre sí. Y de esta manera, los drones empujarían a las nubes a precipitar.

Tras el éxito del estudio, el proyecto actual está encaminado a probar muchos de estos drones en conjunto para ver si podrían desencadenar lluvias significativas en los desiertos emiratíes. Pero no es el único método que se está probando.

Siembra de nubes, otro método a prueba

En la primera mitad de 2020, Emiratos Árabes llevó a cabo 219 operaciones de siembra de nubes mediante la liberación de sales en la atmósfera. Y en el verano de 2020 lograron provocar 52 tormentas en el desierto.

En total, los emiratos financian 9 proyectos diferentes por un valor total de 15 millones de dólares con el único objetivo de que llueva en el desierto. Una política investigadora que sitúa al país arábigo en la vanguardia en el ámbito de la atracción de lluvia.

Aunque parezca ciencia ficción, la idea de controlar la lluvia no es nueva. En 1946 se expuso por primera vez la posibilidad de sembrar nubes. Desde entonces, países de todos los continentes del mundo han puesto en práctica ésta y otras técnicas de modificación climática. La mayoría dirigidas a provocar lluvias en lugares secos, pero no siempre.

Por ejemplo, en los JJ.OO. de Pekín 2008 China utilizó ingeniería atmosférica para evitar la lluvia durante los eventos deportivos.

Y España y Francia han estado involucradas en un proyecto de siembra de nubes. Pero la intención de este proyecto no era atraer más lluvia, sino prevenir granizadas fuertes para proteger cultivos.

¿Existen riesgos?

En cuanto a posibles riesgos, no existen evidencias de que este tipo de prácticas resulten perjudiciales para humanos o ecosistemas. El yoduro de plata, sal utilizada para la siembra de nubes, no es tóxico. Tampoco se prevén efectos adversos para los ecosistemas más allá de las posibles inundaciones.

Los investigadores del estudio con los drones señalan que, en el contexto actual “investigar aplicaciones de geoingeniería es una prioridad cada vez más urgente”.

Existen regiones con niveles de estrés hídrico extremos y cuyo sistema de abastecimiento de agua podría colapsar. La población mundial es cada vez más grande y el calentamiento global está cambiando las precipitaciones en muchos lugares del mundo.

¿Es realmente necesario?

Hay lugares con millones de personas donde cada vez son más frecuentes las sequías extremas.

En 2018, Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, estuvo a 90 días de quedarse sin reservas de agua. Y a principios de 2021, Turquía sufría una escasez de agua de la que aún no se ha recuperado.

Además, durante las últimas décadas se han creado grandes ciudades lejos de grandes fuentes de agua potable, atraídas por otros recursos como el petróleo o el turismo.

Con este panorama, es probable que muchas regiones tengan que hacer uso de estas técnicas si no quieren acabar abandonando sus hogares.

En estos lugares, la gente ya no mirará al cielo rezando para que llueva: se alzará la vista al cielo para atraer nubes y controlar los drones.

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