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¿Ha llegado el momento de abrir un debate no ideológico sobre los alimentos transgénicos?

Hace falta abrir una nueva reflexión, más científica y menos ideológica, sobre el uso o no de los alimentos transgénicos. Compaginar las necesidades alimentarias del planeta con el cuidado de la salud del medio ambiente, obliga.
autor Héctor Díaz Alejo
tiempo de lectura 6 min
Publicado: 13 sept 2021

La Humanidad cada vez tiene más población a la que alimentar. Ya somos cerca de ocho mil millones de personas y se espera que la cifra siga aumentando durante aún algunas décadas.

La necesidad de conseguir un abastecimiento mundial de alimentos es acuciante. Pero no a cualquier precio. Porque nuestro presente y nuestro futuro están marcados por la acuciante necesidad de cuidar la salud del medio ambiente.

Y tal y como acabamos de ver y escuchar en las principales revistas médicas del mundo, es imprescindible que la producción de estos alimentos sea sostenible y limite el daño a los ecosistemas en los que vivimos.

Alimentos y medio ambiente son compatibles

La lógica podría indicar que estas dos cuestiones son contradictorias.

Porque si se quiere producir más

– habría que expandir las tierras de cultivo.

– O tendríamos que aumentar el rendimiento de los cultivos usando aún más insecticidas y fertilizantes.

Pero como es de sobra conocido, tanto una fórmula como la otra ponen en riesgo el bienestar del medio ambiente.

Por eso sorprende que gran parte de la opinión pública y muchos grupos ecologistas hayan rechazado de manera tan general los cultivos de transgénicos, sin querer darles mayores oportunidades.

Transgénicos ¿Podríamos “indultarlos” como alimentos?

Un transgénico, también llamado organismo modificado genéticamente (OMG), es una especie a la que se le ha insertado un gen con una función definida y clara.

Se trata de una tecnología que en muchos casos resulta enormemente útil y que permite “crear” OMGs muy variados. Desde bacterias y virus, a animales.

Por ejemplo, la insulina sintética que utilizan hoy los diabéticos y que tantísimas vidas ha salvado y sigue salvando, se produce utilizando bacterias modificadas genéticamente a las que se ha incluido el gen para producir la insulina humana.

Pero la función tal vez más conocida de los transgénicos es su uso como alimentos.

En estos cultivos transgénicos lo que se hace es añadir a la planta un gen que puede tener su origen en organismos muy variados como bacterias, levaduras u otras plantas.

Y la importancia reside en que ese gen, ese fragmento de ADN que se copia en la nueva planta, da la información necesaria para que el organismo tenga una característica nueva.

Luces y sombras

Desde finales del siglo XX contamos con esta tecnología que, aunque no se puede negar que también tiene sus sombras, la realidad positiva es que permite aumentar considerablemente el rendimiento de varios de cultivos de diferentes maneras:

• La más extendida es mediante la inserción de genes que permitan al cultivo resistir a los herbicidas. De esta manera pueden eliminarse malas hierbas de las tierras de cultivo sin dañar la producción. En España, por ejemplo, gran parte del maíz que producimos cuenta con esta característica.

• Existen algunos cultivos con genes que les hacen más resistentes a la sequía, lo que permitiría aumentar el rendimiento de la agricultura en algunas regiones del mundo más secas.

• Y también son de gran relevancia los vegetales con genes que les hacen aguantar frente a insectos o enfermedades.

Este último tipo de cultivos podría ser fundamental ante la perspectiva de mayores plagas en un futuro. Y además permite a las plantas defenderse de enfermedades e insectos sin la necesidad de utilizar pesticidas que puedan dañar el medio ambiente.

La alubia carilla transgénica

En los últimos años, en África se han aprobado dos cultivos diferentes que podrían tener una gran repercusión en la agricultura de la región. Ambos son variedades de plantas capaces de resistir plagas.

El primero es la alubia carilla, una peculiar legumbre que también se consume en ciertas partes de España. En Nigeria es la legumbre más cultivada, pero su rendimiento es muy bajo debido principalmente a insectos que excavan las vainas de la planta. En los casos de infestaciones más graves se pueden “comer” hasta el 90% de la cosecha.

Para combatirlo, los agricultores nigerianos han utilizado varios tipos de pesticidas en cantidades muy altas, aplicándolos hasta siete veces en un solo periodo de cultivo. Una cantidad que no solo afecta a la salud ambiental, sino también a la salud humana.

Ahora, con la aparición de esta nueva variedad transgénica puede haber un gran cambio. Porque mediante la inserción de un gen de la bacteria Bacillus thuringiensis, las plantas transgénicas que producen la alubia carilla son capaces de aguantar las plagas.

Esta bacteria se ha utilizado tradicionalmente en cultivos orgánicos como una manera natural de prevenir la invasión de insectos.

Durante su crecimiento, la bacteria produce una proteína con propiedades insecticidas pero que no provoca mayores daños al medio ambiente ni a la salud humana. Y al incluir ese gen en el genoma, la planta misma acaba produciendo esa proteína.

El menor uso de insecticidas abaratará costes y reducirá el daño ambiental.

Además, se estima que la producción aumentará un 20%, lo que facilitará el acceso de alimentos a más personas.

La patata Victoria

El otro cultivo transgénico recientemente aprobado en el continente africano es una variedad de patata. En el este de África la patata Victoria es un cultivo muy popular. Pero un parásito (Phytophtora infestans) afecta gravemente al rendimiento de su producción.

Solo en Uganda se calcula que hay unas pérdidas en producción de 129 millones de dólares al año. Y para algunos granjeros supone la pérdida de hasta el 60% de la producción.

Y a eso hay que sumar, otra vez, la ingente cantidad de químicos que se usan para intentar parar el avance de la enfermedad, entre un 10% y un 25% de todo el precio de la cosecha.

Por eso, utilizando tres genes originarios de otra variedad de patata naturalmente resistente a la enfermedad pueden ofrecer a los granjeros una nueva variedad de patata Victoria y un futuro más halagüeño.

Porque con la llegada de esta patata resistente -que además no será protegida por patentes, sino que será un bien público internacional y vendida a los productores al mismo precio que otras patatas- los granjeros podrán desarrollar el cultivo de su variedad de patata regional utilizando muchos menos pesticidas y aumentando notablemente su rendimiento.

En una zona donde las hambrunas ponen en riesgo la vida de millones de personas, es una noticia muy prometedora.

Los transgénicos también tienen sombras

No se puede afirmar, ni mucho menos, que en los transgénicos sean todo ventajas.

Entre los principales problemas de estos cultivos se podrían destacar el uso excesivo de plaguicidas, el cruce de variedades salvajes con las cultivadas que podría acarrear una pérdida de biodiversidad o directamente que los cultivos tradicionales sean sustituidos por los nuevos cultivos transgénicos.

Para preservar variedades regionales pueden crearse organismos a partir de esas variedades, como con la patata Victoria africana.

Y respecto a posibles problemas de salud, no se han detectado en humanos complicaciones que se puedan atribuir directamente al consumo de organismos modificados genéticamente.

Esto no quiere decir que se pueda bajar la guardia. Hay que velar por la seguridad para no poner en riesgo la salud humana ni la ambiental, por lo que estos productos deben estar controlados antes de su aprobación, y también después.

Legislación y vigilancia

Finalmente, la legislación y la vigilancia son determinantes para el futuro a fin de evitar los males que podrían derivarse tanto del uso incontrolado de OMGs, como del mencionado aumento en el uso de insecticidas con algunas variedades.

El futuro (y presente) requerirá de avances científicos y tecnológicos para poder solucionar los graves problemas a los que nos enfrentamos.

Pero los transgénicos bien controlados podrían ayudar en gran parte a la alimentación de toda la Humanidad, aunque para su total desarrollo e implementación se necesitarían suavizar las grandes trabas burocráticas y los conflictos de patentes que ahora existen.

Y además sería necesario enseñar qué son realmente los organismos modificados genéticamente, sus posibles peligros y, por supuesto, también sus ventajas.

Por añadir otro ejemplo: tan solo en el año 2016 hubo un beneficio neto de 18.200 millones de dólares gracias a cultivos modificados genéticamente, el 52% de estos beneficios en países en desarrollo.

Una tecnología que abre tantas puertas no debería ser tan rápidamente desechada como se ha hecho en algunos lugares.

Porque los alimentos transgénicos, bien utilizados, serían una parte importante de la solución en un asunto tan necesario como es la producción sostenible de alimentos.

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