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¿Cómo elegir los productos de Nutrición infantil?

autor Enzo Argüelles
tiempo de lectura 5 min
Actualizado: 11 sept 2017Publicado: 10 sept 2017

Cualquier médico diría lo mismo: el mejor alimento para el bebé durante sus primeros meses es la leche materna. Ésta aporta todos los nutrientes que el bebé necesita y, de hecho, se puede alimentar sólo de eso al comienzo de su vida. Ahora bien, una vez pasado ese periodo, el niño ha de empezar a alimentarse de papillas, potitos, leche artificial y otros productos que aporten los nutrientes necesarios para un correcto y saludable crecimiento.

En principio, hasta el cuarto o quinto mes, la leche materna o de sustitución será suficiente para alimentar al bebé. A partir de entonces, hay que incorporar progresivamente alimentos de forma complementaria a la leche. Así, también irá probando nuevos sabores y texturas, su sentido del gusto empezará a definirse, e irá aprendiendo a masticar alimentos sólidos.

Y es que la alimentación es uno de los factores que más influyen en su desarrollo. Por ello, hay que prestar mucha atención a lo que va a tomar y a la forma en la que lo preparamos. Lo primero que hay que tener en cuenta es que cada bebé es diferente y, por ello, no existe dieta alguna que funcione de forma universal para todos.

No obstante, hay preguntas que debemos hacernos. ¿Qué tipo de alimentos pueden formar parte de la dieta del bebé? ¿Cuál debe ser su proporción? ¿Son iguales los tradicionales potitos o papillas que compramos ya hechos que los purés que podamos prepararles en casa? Repasemos las opciones.

Papillas

Más o menos, a partir del cuarto mes se deben introducir los hidratos de carbono en la dieta del bebé. A partir de ese momento, la leche deja de ser suficiente para cubrir sus necesidades, y se incorporan las papillas de harina de maíz o los purés de plátano o patata. Debido a las prisas o a la comodidad, hay muchas ocasiones en las que se tiende a sustituir la preparación casera de estos alimentos por preparados instantáneos muy fáciles de hacer.

Algunas papillas preparadas cuentan con un alto contenido en azúcar, lo cual es positivo para su crecimiento siempre y cuando no nos excedamos en su utilización. En estos preparados también aparecen pequeñas cantidades de teobromina en las harinas con cacao. Se trata de una sustancia excitante similar a la cafeína y debemos evitarla en la medida de lo posible.

Por otro lado, no es recomendable que los bebés menores de un año ingieran papillas de cereales con miel. La miel, al no someterse a un tratamiento térmico, puede ser portadora de esporas capaces de germinar en los intestinos inmaduros, por lo que puede ser culpable de provocar botulismo infantil.

Por último, numerosas papillas contienen gluten, una proteína presente en muchos cereales como el trigo, el centeno, la avena o la cebada. Éstas no deben suministrarse antes de los seis meses. Esto se debe a que hasta entonces el intestino no está lo suficientemente maduro y en el caso de que el niño sea celíaco le puede provocar una reacción dañina. En el caso de las harinas que no tienen dicha proteína, como la de maíz o arroz, se pueden introducir en la dieta del bebé a partir del cuarto mes.

Potitos

Los potitos son los productos instantáneos más populares junto con las papillas. Podemos encontrarlos en el mercado de cinco tipos diferentes: de carne, de pescado, de verduras, lácteos y de frutas. Éstos cuentan con una higiene inmejorable, un precio razonable y una calidad adecuada.

Los purés en tarrito suelen presentarse en una textura muy suave, por lo que es fácil que el niño empiece a ingerir alimentos necesarios sin que los rechace por su textura. Por otro lado, hay algunos potitos que ya incluyen tropezones de algunos ingredientes, lo cual es una buena opción para que el pequeño empiece a diferenciar los sabores.

Se trata de una forma rápida y cómoda de alimentar al bebé. Como recomendación, hay que fijarse bien en la lista de ingredientes, por si incluyera alguno que el pediatra haya desaconsejado. En este sentido, se suele recomendar retrasar la incorporación de alimentos como el pescado, el melocotón, los frutos secos o la clara de huevo hasta el décimo mes, por si pudieran causar alguna reacción alérgica.

Por otro lado, hay que tener en cuenta la edad a la que va destinado, comprobar que está bien cerrado y lleva el precinto de plástico y que hace un “clic” al abrirlo; de lo contrario, se debería desechar. Por último, si antes de servirlo pensamos que el bebé no se lo va a tomar todo, podemos dejar parte en el bote bien cerrado y conservarlo en la nevera, aunque no se debe dejar así por un tiempo superior a 48 horas.

Leche

A pesar de las ventajas indiscutibles de la leche materna, hay muchas madres que no pueden o no quieren amamantar a sus hijos. Ya sea por salud, porque su cantidad de leche no es suficiente o por razones culturales, lo cierto es que hay alternativas viables indicadas para los más pequeños. A edades muy tempranas la leche de vaca no supone una opción adecuada, porque no satisface sus necesidades nutricionales y puede provocar problemas digestivos.

Por ello, la leche artificial es la más recomendable, a falta de leche materna. Las fórmulas artificiales se consiguen, en la mayoría de los casos, sometiendo a la leche de vaca a distintos tratamientos. Estos darán lugar a una leche parecida a la natural pero, inevitablemente, tendrá algunas carencias, como la falta de los anticuerpos presentes originalmente en la leche (se eliminan junto a los gérmenes durante el proceso de transformación). Además, su consistencia es uniforme, mientras que la de las madres se altera según las necesidades del bebé siendo, por ejemplo, más fluida en los días de calor para compensar la pérdida de líquidos.

Así las cosas, ¿cuál es el tipo de leche artificial que le irá bien al bebé? Esta respuesta la debe dar el médico de cabecera o pediatra que conozca el caso concreto de cada niño y determine la cantidad y tipo que debe ingerir. En caso de querer cambiar de marca porque pensemos que no le gusta al bebé o que no toma la suficiente, habrá que consultar de nuevo con el médico para que recomiende otra opción distinta.

Por otro lado, hay bebés que presentan intolerancia a la lactosa, es decir, al azúcar natural de la leche, por lo que en esos casos habrá que buscar otras alternativas. Así, en vez de tomar leche materna o fórmulas normales, tendrá que ingerir opciones sin lactosa, como la leche de soja aunque, una vez más, será precisa la consulta con el médico.

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