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El pintor Santi Moix convierte una iglesia románica del siglo IX en un festival de color

autor Enzo Argüelles
tiempo de lectura 3 min
Publicado: 26 oct 2017

Santi Moix, un pintor barcelonés, solía ir de niño a pasar los fines de semana con su padre a un pueblecito de los Pirineos llamado Saurí, de sólo 16 habitantes. Ahora, en sus 57 años de vida, aquel niño, todo un ídolo para los habitantes de Saurí, ha vuelto al pueblo y ha decorado con su arte el interior de San Víctor, la iglesia románica local con más de 1.100 años de historia.

Santiago Moix ha hecho una exitosa carrera de pintor. Ha expuesto su obra en el Museo de Brooklyn, la Galería M77 de Milán, la tienda SoHo de Prada… con su flora abstracta hipersaturada y sus famosos murales de fauna.

Hace cinco años, el gobierno local de Saurí y el obispo preguntaron al artista si aceptaría acudir al pueblecito y pintar el interior de su iglesia románica, que después de más de 1.000 años de historia había visto como sus lisas paredes de piedra se habían vuelto opacas y decrépitas con el paso del tiempo.

A Moix, que no es religioso, no le hizo mucha gracia la propuesta y desde el principio se mostró muy reacio a aceptar el encargo. Pero al final, después de muchos meses de insistirle, y por aquello de los maravillosos recuerdos que le unían al pueblecito de los altos Pirineos, acabó aceptando.

Pero el pintor puso la condición de que sólo lo haría si le daban absoluta libertad para pintar lo que él quisiese. Sin ninguna obligación por parte de la iglesia, y sabiendo de antemano que no pintaría santos ni mártires, ni imágenes religiosas al uso.

La respuesta del obispado fue la de concederle absoluta libertad creativa, y el resultado es que Santi Moix ha pintado en la iglesia de Saurí la pieza más grande de su vida, con 400 metros cuadrados de frescos que cubren la mayor parte de las paredes y que él mismo describe como un “enorme jardín lleno de fantasía”.

En este nuevo Edén, cuidadosamente planeado y trazado en su estudio de Brooklyn. abundan las margaritas psicodélicas, las salamandras moteadas, las bestias con tentáculos… todas representadas en hileras de hierba verde, amarillo y rosa fresa. Sus característicos tonos vibrantes violetas y las formas biomórficas de animales inventados.

Fue una obra que le llevó tres años de su vida con jornadas de hasta quince horas diarias pintando directamente sobre las paredes de la iglesia. Utilizaba cepillos de cerdas de jabalí hechos a mano y pigmentos orgánicos diluidos con agua. Y ahora, una vez acabado, asegura que la mezcla de arte y pintura seguirá haciendo su trabajo en el interior de San Víctor porque “al igual que los tatuajes en la piel, los colores continuarán absorbiéndose en los próximos meses”.

Moix dice que lo que le pareció más inspirador para aceptar esta obra fue la oportunidad de despojar a un lugar de culto de su iconografía religiosa porque, dice él, “las iglesias solían asustar con imágenes de demonios y de fuego, y me encantó la idea de llenarlo todo de colores”. Y así transformó una iglesia que ha acogido a los parroquianos y oficios religiosos continuamente desde su fundación en el siglo IX. Sólo cerró durante los trabajos de Moix, pero volverá a abrir en cuestión de semanas.

Moix ve esta obra como una forma de revivir su región. “Quiero dar algo a los lugareños de lo que puedan estar orgullosos”, dice. De vez en cuando, mientras pintaba, los residentes de Saurí iban apareciendo por la iglesia a ver lo que hacía e incluso a rezar. Y ahora el gobierno catalán y la diócesis intentarán reproducir la idea buscando a nuevos artistas para otras iglesias que estén ‘decorativamente’ descuidadas.

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